Estás delante, mirando el agua. Sabes que el próximo paso que vas a dar hará que te sumerjas, no solo en el agua, también en ti mismo/a. Es por eso que los minutos de calentamiento, ponerte el gorro, y las gafas, es una preparación, a modo de ritual, para entrar en las profundidades del ser humano que eres.
Igual que en la vida muchas veces pensamos “ya sé de que va esto de vivir”, también lo pensamos cuando nos preparamos para nadar “ya sé de que va esto de nadar”, y seguramente sea bastante cierto, vivimos y flotamos, pero no es tanto qué hacemos, si no cómo lo hacemos. Y para aprender el cómo, la técnica nos indica el camino.
Cuando estamos entrenando y nos dicen eso de “eficiencia y eficacia”. La brazada bien colocada, el brazo, el codo, la mano, la patada justa y coordinada con la brazada para maximizar la propulsión, la rotación del cuerpo que nos ayuda a colocar y hacer fácil la brazada y la patada, y también a dar amplitud a nuestros movimientos… Y cuando hacemos eso nos damos cuenta de que no hace falta hacer mucha fuerza, ni tener mucha frecuencia, ni tampoco mucha tensión… Descubrimos que todo en su punto justo es lo que hace que podamos fluir y disfrutar hacia nuestro objetivo, que estoy seguro de que serán unos cuantos kilómetros y que gran parte de la resistencia que nos encontramos en el agua depende de cómo utilizamos nuestros recursos físicos, y por lo tanto, responsabilidad nuestra.
Yo, cada vez que me lanzo al agua lo transfiero a la vida, al día a día. Cuantas veces pensamos que tenemos que hacer más, con más carga, que lo importante es llegar, conseguir aquella meta que nos hemos propuesto, y nos olvidamos de cómo lo hacemos. Cuantas veces la técnica de nuestra vida no es “eficiente y eficaz”.
Una actitud reactiva delante de una situación concreta, una creencia limitante que no te deja mostrar todo tu potencial, una emoción escondida que no para de crecer y crecer, y hacemos todo lo posible para que no salga a flote. Y claro, esto no nos deja fluir y disfrutar de los retos que nos encontramos delante de nosotros/as.
En el mar, cuando estamos flotando en medio de una cantidad infinita de agua, se evidencia la vulnerabilidad del ser humano. Nosotros pequeños/as delante de la inmensidad del mar. ¡Pero lo mejor de todo es que disfrutamos! ¿Y la vida no es igual? No sabemos a ciencia cierta que nos depara el próximo momento, aunque podamos hacer proyecciones estamos delante de la incertidumbre, de una infinidad de posibilidades, y como en el agua, ¿también disfrutamos?
Reconocer nuestra vulnerabilidad, que no es debilidad, y aceptarla, nos ayuda a captar todos nuestros recursos, activar nuestras habilidades, y el potencial personal, para dar respuesta a las situaciones que se nos presentan en el día a día. Nos ayuda a ser honestos/as con nosotros/as, escuchar aquello que necesitamos y cuidarnos. Saber quién somos y qué queremos con el objetivo de sentirnos bien.
Y este es el poder del ser humano, la capacidad de fluir y disfrutar en la inmensidad de la vida. Nadar la vida, aprender la técnica “eficiente y eficaz” para dar una brazada más, para dar un paso más.
Javi Castillo
Reconoce tu valor, crea una realidad diferente.