Cuando estás en un trampolín a 16 metros de altura, has tenido la determinación para subir, y ahora te colocas para saltar al agua. Justo en ese preciso momento surge la gran elección. Puedes decidir darte la vuelta y bajar por la escalerilla, con las emociones y pensamientos que te acompañan en ese momento de retroceso, de duda, de dejarlo para mañana, para otro momento de tu vida porque no te sientes preparadx, porque qué haces tú ahí, quién te has creído que eres. Saltar, probar tu poder, sacar a pasear a tu sabiduría y disfrutar de la belleza en la dificultad y en el éxito no está hecho para ti.
O también puedes decidir dar el paso, sentir el vacío en tus pies, el vértigo del movimiento, la incertidumbre de volar, de salir de tu zona de seguridad, superar esa barrera invisible que te separa de una nueva aventura. Y sucede la paradoja. Cuando das el paso, cuando tus miedos, culpas, vergüenzas, nervios saltan contigo a menudo se alinean en una misma dirección, hacia tu objetivo.
Determinación, emociones, pensamientos, poder y sabiduría se dan la mano para ti. Al servicio de una obra mayor que nosotrxs mismxs, nuestro propósito.
En ese momento, cuando te lanzas, se activa el modo flow. Estás tan inmersx en lo que haces que parece que no exista nada más.
Surgirán nuevos obstáculos, conflictos, miedos y podrás elegir a cada momento dar un paso más para avanzar, no estancarte, fluir y renovar todo tu movimiento interno.
¿Cómo te sentirás cuando hayas dado el paso que te acerca a tu objetivo? ¿Qué recursos surgirán en ti? ¿Cómo será esa persona que se acerca a su sueño? ¿Qué te permite hacerlo ahora? ¿Qué decides hacer?
Dar el paso también significa abrir puertas y celebrar que la valentía, madre del coraje, trae consigo regalos para ti. Esa decisión de avanzar hace que como un castillo de Naipes se derrumben aquellas estructuras volátiles que han sido tu molde hasta ahora. Se resquebrajan porque tu realidad, lo que reconoces de ti, ahora es diferente. Y te encuentras con una relación auténtica contigo, con el otro y con la situación misma.
Y entonces te sumerges en un aprendizaje continuo, tomas el pulso a cómo te sientes, que capacidades estás mostrando y qué necesitas para seguir creciendo. Y más allá del resultado de ese paso, más allá de arriesgarse y tener éxito (según lo que tú entiendas por éxito) te encuentras en un momento de celebración y felicidad.
Hay voces internas, pensamientos, con los que dialogamos y escuchamos. Y nos invitan a quedarnos en ese lugar “tranquilo”, seguro, “si no te arriesgas mejor, baja por las escalerillas y no te la juegues”. Si bajamos el volumen a esas voces, poniendo atención a lo que sí queremos, entonces descubriremos quienes somos. Cómo decía en “La forma de un sueño”, la forma no es lo más importante si no lo que puedes llegar a aprender en el camino que separa tu actitud de tu sueño.
En la metáfora del trampolín el salto puede durar unos pocos segundos, en la vida el paso puede durar para siempre.
Javi Castillo Rubio