¿Te acuerdas cuando de pequeñx, en la playa, hacías un hoyo en la orilla para que entrara agua dentro de él? A veces esa agua era el obstáculo inexpugnable de entrada a tu castillo y conseguías formas sinuosas, a veces era una bañera improvisada para tus juguetes o para ti, o en ocasiones simplemente lo hacías para ver el efecto del agua y la ola cuando pasaba. Era un juego, divertido y agradable. Cuando te cansabas lo dejabas ahí y ya está.
Te imaginas que, al hacer ese hoyo en la orilla del mar te enfadaras porque el agua entraba en él una y otra vez. Y conectaras con la resignación, la frustración, la rabia y la tristeza. Parece algo un poco absurdo, ¿no?
¡Atentx! El hoyo en la orilla del mar es una metáfora de algo que repites una y otra vez y no te das cuenta. Y seguramente te genera malestar, frustración, impotencia, rabia…
Imagina que no estás en la playa, de pequeñx, sino que ahora puedes situarte en tu cerebro y en tu mente.
Ese hoyo tan juguetón y divertido en la playa, en tu cabeza puede ser las huellas neurológicas de repetirte una y otra vez pensamientos, ideas, creencias… ¿Cuántas veces te repites la misma historia en la cabeza? Puede ser algo así: “Cuando lo vea le voy a decir… No pienso hacer lo que me diga… No tienen ni idea… Siempre se equivoca conmigo… Voy a decirle todo a la cara y delante de todxs…”. Las historias de felicidad, alegría y abundancia las repites menos, ¿Sí?
Ayer, meditando, me di cuenta de esas películas que repetimos una y otra vez, llenas de rencor, de rabia, de miedo, de culpa… En bucle, mientras friegas los platos, ves la tele, lees un libro, estás con el móvil, te duchas o estás en el lavabo. Cada vez que repetimos la misma situación en nuestra mente, los pensamientos, como nuestras manos en la arena, van generando formas y estructuras, trazando caminos neuronales para memorizar esa experiencia. A más repetición, nuestras conexiones se hacen más fuertes. Cómo si estuvieras un día entero de playa mejorando tu construcción en la arena.
Y el agua qué representa en esta metáfora, te preguntarás. Son las emociones, con esas estructuras mentales estás creando un molde donde se reproducen ciertas emociones. Si la experiencia es desagradable, de malestar… únicamente podrá entrar en ella el agua de las emociones desagradables. Repetimos más las desgracias que las alegrías, con ayuda de la educación en modo supervivencia que nos ha llevado a construirnos socialmente durante cientos de años de esta manera. Sí, nosotrxs también somos responsables.
Hasta aquí el apocalipsis. Porque como tú ya sabes la arena de la playa la podías moldear casi a tu gusto. Con un rastrillo, un cubo y una pala, lo que era un castillo se convertía en otra figura totalmente distinta, depende de la creatividad que tuvieras ese día. En la neurociencia esa capacidad de moldear la llaman neuroplasticidad, y también, como en la arena, podemos moldear nuestro cerebro y mente. Tal vez nos cuesta un poco más, pero es posible.
Date cuenta de que la mente y el cerebro se construyen de hábitos. Y tú, has pasado la misma película en tu cine particular unas cuantas veces. Tu cerebro se la sabe de memoria y cómo le resulta fácil, la repite una y otra vez. Pero, el dueño del cine mental eres tú. Y para generar otro hábito qué necesitas, pasar otra película que te haga sentir mejor. Y repetirla una y otra vez para que tu cerebro y tu mente se den cuenta de que ya no vale la que tenías hasta ahora.
Como un mantra, visualiza y repite aquellas situaciones que te generan bienestar y potencian tus habilidades. Que las emociones que conecten sean la confianza, la seguridad, la paciencia, la tranquilidad… A veces no hace falta un cambio radical, simplemente añadir un diálogo nuevo a lo que vives. Coger perspectiva y responder diferente a las situaciones de siempre.
¡A construir y moldear tu arena mental!
Javi Castillo Rubio
Cree en ti, cambia tu realidad.